OPINIÓN: Milei tensiona y apuesta a la rendición
“Yo no vine a negociar para durar. Vine a cambiar lo que fracasa desde hace un siglo. Esta es mi misión. Si la casta no deja que lo haga y la gente no lo banca, será un problema de los argentinos”. La frase podría figurar en la cédula de identidad de Javier Milei. Es su lema. La ha repetido hasta el cansancio ante infinidad de interlocutores y se muestra ahora decidido a llevarla a cabo, cueste lo que cueste. O, al menos, a hacerlo creer.
Con esa instalación y encuestas favorables en mano, el Presidente llevó al clímax el estado de perplejidad en el que ya estaba el sistema político. El entierro al que llevó el oficialismo el megaproyecto de ley, denominada con toda pompa y ninguna circunstancia “Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”, terminó por profundizar esa construcción.
La pública y oficial acusación de traidores con nombre y apellido a todos los diputados que votaron en contra hasta de solo un inciso del articulado no solo sigue la lógica del lema mileísta. En línea con su acción desde que ingresó en la política, Milei y los suyos tensionan el orden político e institucional a extremos que agregan temor y consternación al desconcierto de la dirigencia y a buena parte de la población. ¿Convicción y dogmatismo o táctica y estrategia? Una duda hamletiana…
“La ley para nosotros está definitivamente caída. Se terminó. Es un capítulo cerrado. Vamos a gobernar con las herramientas que tenemos. Aunque no será solo por DNU. Podemos mandar algunos proyectos que ya estamos analizando para ser tratados en el período ordinario. Pero no vamos a negociar con los que han tenido una actitud destituyente y pretendieron por la vía del toma y daca y corriendo permanentemente el arco erosionar la autoridad del Presidente”, así anticipa y redobla la apuesta uno de los principales colaboradores de Milei.
La lógica es retroceder nunca, rendirse jamás. Al menos por ahora, mientras desde la Casa Rosada ven lejos cualquier precipicio. El anatema favorito del kirchnerismo en tiempos de la guerra con el campo vuelve recargado. Todo opositor o crítico es un ser destituyente, merecedor del escarnio público. La barra brava ruge y corea nombres de los enemigos.
Detrás de esa intransigencia y el respectivo estrés al que lleva al sistema hay un propósito más o menos inmediato del Presidente, que se verifica con las medidas adoptadas después del tropiezo legislativo, al que él mismo, sin embargo, califica de una victoria que los otros “no la ven”.
Ese objetivo, que no es nuevo, pero se aceleró y profundizó en las últimas 48 horas, consiste en “secar” a los gobernadores, a los que acusa de ser los principales responsables del fracaso de la megaley, para que, al final, sean ellos los que, asfixiados, no solo apoyen, sino que impulsen algunas de las políticas que el martes no pasaron el filtro de la Cámara de Diputados. Una apuesta a la rendición incondicional.
La quita de los subsidios al transporte en el interior del país sigue esa lógica. La medida tendrá impacto sensible para las arcas subnacionales. La inmediata reacción unánime de gobernadores e intendentes lo confirma.
“En la mayoría de las provincias, el segundo rubro de las erogaciones después de la masa salarial son los aportes al transporte público. Y es obvio que las provincias tendrán que aumentar el gasto, porque no pueden llevar el boleto a niveles impagables”, argumenta entre el enojo y la estupefacción uno de los hombres más cercanos al gobernador mendocino, Alfredo Cornejo.
No es un detalle menor que Cornejo sea uno de los mandatarios molestos, cuando por convicción y conveniencia el mendocino prefiere estar entre los que le facilitan la tarea del oficialismo. Para su desconcierto y el de muchos otros, incluidos los colaboradores de Pro, Milei fabrica oposición hasta entre los no quieren ser opositores. Las lógicas de la política están en revisión.
La grieta no se va
“Lo insólito es que ese castigo de quitar los aportes es total para las provincias, que ya tienen tarifas más altas y que recibían menos subsidios, mientras la reducción es parcial para el AMBA (área metropolitana), donde tiene mayor costo para el Estado nacional y el boleto era el más barato del país. Además, se da el agravante de que ahí no va a ganar ningún apoyo más del que ya tiene y va a engordar el capital opositor del kirchnerismo”, argumenta otro gobernador afectado por la medida. La grieta no se va. Y los kirchneristas festejan.
El recorte de los subsidios para el transporte del interior es apenas otro nudo del collar de ahorque dispuesto para los gobernadores sin distinciones. “Milei ya nos había achicado los ingresos con su voto favorable al plan plata de Massa por el que redujo a la nada un impuesto patrimonial, progresivo y coparticipable como es Ganancias, y se queda con los ingresos que le dan los impuestos o tributos no coparticipables creados por el kirchnerismo, como el impuesto PAIS y las retenciones, que, además, se propone aumentar, a pesar de sus promesas de campaña”, suma su lamento otro mandatario opositor.
En tal contexto, el propósito oficialista de que los gobernadores claudiquen y le faciliten parte del trabajo que el Congreso le complicó en su propósito de reducir el déficit podría ser menos improbable de lo que parece. Aunque no necesariamente sea en los términos que Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, quisieran, y hasta podría restarles algunos ingresos.
“No hay que descartar que se geste una oposición impulsada por los gobernadores que busque sacar medidas impositivas para paliar la caída de sus ingresos, como reponer el impuesto a las ganancias”, admite un mandatario provincial que prefiere estar más cerca de los colaboradores que de los opositores al Gobierno, ahora obligado contra su voluntad y sus intereses a cambiar varios centímetros su ubicación.
A tono con esas medidas, desde el exterior Milei no ha dejado de hostigar a gobernadores y diputados que no le votaron todo lo que él pretendía lograr de mínima en la Cámara de Diputados. Al límite de reproducir en las redes una polémica ilustración que lo muestra como un Terminator en cuya mira tiene a gobernadores, legisladores y dirigentes políticos y sindicales. Tensionar siempre; distender jamás.
Fuera del láser de Mileinator han quedado a salvo los dirigentes y los diputados del macrismo que levantaron la mano a favor de todos los artículos tratados en la votación en particular y que inmediatamente después de la caída del proyecto se jactaron de su apoyo con un pronunciamiento público. Como para poner más en evidencia a los bloques que no acompañaron al oficialismo y a los presidentes de bancadas que tuvieron fugas en sus filas. Miguel Pichetto y Rodrigo de Loredo no lo recuerdan con cariño.
El documento de los diputados macristas se caracteriza tanto por realzar su acompañamiento al Gobierno como por no deslizar siquiera cuestionamiento alguno a la impericia, intransigencia e ignorancia de rudimentos básicos de política y gestión que la mayoría de la oposición (y muchos de ellos mismos en privado) imputan al oficialismo de haber mostrado durante el trámite parlamentario.
La sombra de Macri
Esos gestos, sumados a que dos de los principales ministros del Gobierno sean macristas indubitables y que Macri se haya convertido en un fervoroso defensor y publicista de Milei y sus proyectos, alimentan sospechas y especulaciones que el mismo expresidente y sus fieles procuran desmentir. Aunque el éxito, también en esta tarea, les está siendo esquivo.
“Macri aparece ayudando, pero marcando diferencias a la espera de que el Gobierno siga tropezando, se vea obligado a resetearse y Milei lo llame para darle por obligación y agobio lo que se negó o darle cuando armó su gabinete inicial. Lo está esperando con el cuchillo y tenedor en las manos”. La misma oración de un experimentado diputado no mileísta puede ser puesta en boca de oficialistas que miran con recelo esa perspectiva, como en la de muchos integrantes del arcoíris opositor, que va del peronismo federal y la Coalición Cívica al kirchnerismo más rancio.
“Nosotros estamos dispuestos a ayudar y no pedimos cargos. Ya Mauricio lo ha dicho y nos pidió a nosotros que dejemos eso en claro en todo momento”, afirma uno de los principales referentes del expresidente en el Congreso con subrayada firmeza. La negativa parece relativizarse rápidamente cuando entre conspicuos macristas aparecen con notable precisión espacios que consideran que están mal ocupados o hay “funcionarios que no funcionan”, como diría Cristina Kirchner.
“En cualquier gobierno más o menos normal, a Martín Menem lo correrían de la presidencia de Diputados, a Guillermo Francos lo mandarían de embajador a algún buen destino y ordenarían el gabinete para que empiece a funcionar, porque el problema no solo es político, sino de gestión. Pero este no es un gobierno normal”, señala un importante dirigente de Pro. “Para empezar, deberían sacarle a Toto [Caputo] Infraestructura, porque él no está en condiciones de manejar eso con todo lo que ya tiene que hacer en lo económico-financiero”, agrega.
Para aventar suspicacias, tales precisiones se ofrecen con aparente inocencia y supuesto espíritu de colaboración desinteresada por parte del dirigente de Pro, de cuyo macrismo en sangre y obediencia a su jefe natural nadie tiene dudas. No es el único que ofrece tan detallado diagnóstico.
Así, los nombres de Guillermo Dietrich, Diego Santilli y Cristian Ritondo emergen con más rapidez y nitidez que hongos después de la lluvia, sin necesidad de extraerlos con preguntas inquisitivas, como candidatos para hacerse cargo de Infraestructura, de la jefatura de la Cámara baja y de la cartera política. El desembarco no está en el horizonte, pero por las dudas hay preparativos. A riesgo de que la fobia mileísta a la coptación los vuelva a dejar en la orilla.
Obviamente, los macristas niegan todo, aunque a su alrededor admiten que si Macri alcanza un acuerdo con el Presidente y les pide su “aporte patriótico” ninguno de ellos podrá negarse. Una forma de mantener su CV a disposición y, al mismo tiempo, una advertencia de que no actuarían por cuenta propia, “como lo hicieron Patricia Bullrich y Toto Caputo”.
Por ahora solo se trata de especulaciones. Contra las opiniones mayoritarias, Milei y los suyos están convencidos de que el problema es de los demás, que “no la ven” o analizan la realidad y su gestión con lógicas vencidas. La impresión de muchos de que lo ocurrido en el Congreso acortó la luna de miel (mientras Milei está en la luna) no penetra en la Casa Rosada y el recurso de acusar a la casta no durará mucho si en breve no hay mejoras palpables en la vida cotidiana.
Ahí están convencidos (y lo dicen) de que las urgencias económico-financieras no son tan graves, que la paciencia social sigue siendo elevada y que el tiempo no corre en contra de ellos, sino de sus opositores. Incluso empiezan a surgir voces que deslizan que las condiciones para concretar el postergado plan dolarizador podrían darse antes de lo que el propio Presidente acaba de decir al llegar a Israel, donde canceló la expectativa de concreción durante este año. Algunos dicen que fue una declaración táctica.
Mientras tanto, para prolongar el beneficio de los supuestos vientos a favor, el Presidente y sus fieles apuestan en lo inmediato a la rendición incondicional de los gobernadores y a la claudicación de los críticos. El tiempo dirá quién la vio y quién no.