OPINIÓN: El retorno de los Malos
Dura vida la de los ciudadanos, esas tiernas criaturas devastadas desde hace siglos por el implacable trabajo del Club de los Malos.
Simular ostracismo es una de las estrategias que utiliza el Club de los Malos para seguir emputeciendo la vida de las sociedades sin que nadie sospeche de nuestra existencia. Nos sumergimos y guardamos paciente silencio hasta que un día, cuando nadie lo espera, emergemos a la superficie como un verdadero acorazado de turros.
Fueron varios años de guarda, apenas un suspiro si consideramos que el inmortal CDLM (sello internacional del Club De Los Malos) lleva siglos erosionando comunidades y encarajinando el funcionamiento de sus dirigentes con el único objetivo de destruir el alma de un país, minar sus ilusiones y acabar con la esperanza de toda su población.
La miserable vida que padecen estos tiernos corderitos de Dios, que graciosamente se autoperciben como ciudadanos libres, no es fruto de la impericia de sus gobiernos ni del egoísmo de sus líderes, ni siquiera de la corrupción generalizada, como suele creerse. Es el resultado de un minucioso trabajo que el Club de los Malos viene llevando adelante desde tiempos inmemoriales.
Los planes que ponemos en marcha para destruir gobiernos son diversos y cada caso merece un trato especial. No es lo mismo lograr que el kirchnerismo 2003/2015 desperdicie la mayor bonanza regional de la historia y termine estrellado, que hacer fracasar a Cambiemos 2015/2019 y generar en la sociedad esa hermosa sensación de frustración que todavía se recuerda.
Sin embargo, en ambos casos utilizamos encarajinadores profesionales que infiltramos en los gobiernos para operarlos desde adentro hasta devastarlos.
Distinto fue el caso de la cuarta experiencia kirchnerista 2019/2023 en donde el Club de los Malos implementó una técnica novedosa. En esa oportunidad, en lugar de infiltrar en las entrañas del gobierno a miembros del CDLM, directamente pusimos un encarajinador premium para que ocupe el rol de presidente.
Para eso, había que conseguir un profesional de alta competencia. Un ejemplar con un pedigree de nivel internacional. La destrucción debía producirse de arriba hacia abajo y no de abajo hacia arriba como solemos hacerlo. No era fácil encontrar algo así pero, luego de hacer un minucioso casting, apareció el muñeco apropiado: Alberto Fernández, una verdadera joya que ubicamos en la cima del poder para detonarlo y devastar, no solo al gobierno, sino también a la totalidad del peronismo. Ni el más optimista jerarca del CDLM imaginó que el “Proyecto Alberto Oppenheimer” iba a ser tan exitoso.
Por eso resultó conmovedora la ovación que recibió el expresidente cuando las autoridades del CDLM le entregaron el Premio Turro a la trayectoria. Sin dudas, fue el momento más emotivo de la cena anual de la CAFOMUTA (Cámara Argentina de Formadores de Precios, Mayoristas y otros Hijos de Puta afines)
El evento que congregó a los principales jerarcas del club no solo fue una oportunidad para que cientos de malignos volvieran a verse las caras sino también para alimentarnos el ego y compartir la satisfacción del deber cumplido. Al fin y al cabo, recién terminamos de consagrar el peor gobierno de la democracia y ya estamos trabajando para que el nuevo sea, por lo menos, igual de malo.
Fue una velada apasionante. No había mesa en la que no se estuviera discutiendo cuál sería la estrategia elegida por el Club de los Malos para triturar el gobierno de Javier Milei. Una tarea que, en principio, no parece demasiado difícil.
Aunque nadie lo confirmó, es evidente que la idea es volver al procedimiento tradicional. Lo primero que harán nuestros encarajinadores infiltrados en esta nueva administración es completar cargos con un escuadrón de inútiles para que cometan todo tipo de torpezas, un clásico trabajo de desgaste cual picadores y banderilleros en las corridas de toros.
Luego, con el gobierno ya lastimado, seguramente el Club de los Malos convocará a los mejores turros que hay en el mercado para incoporarlos al gobierno y así completar la faena de demolición. Nada que no hayamos hecho infinidad de veces.
¿Puede fallar el plan? Nunca ocurrió. Si no sale en el primer intento, saldrá en el segundo, pero salir, sale siempre.
Lo que sí sabemos es que el plan destructivo ya está en marcha. De hecho, ya se están viendo algunas maniobras que, como todos sabemos, son guachadas elucubradas en el cuartel general del CDLM y luego enviadas para su ejecución.
Por un lado desembarcó un comando de encarajinadores juniors que todos los días convencen al presidente para que salga a insultar a cualquiera, ya sean periodistas, empresarios o dirigentes en general. Le hacemos creer a él y a su entorno que así fortalece su imagen cuando en realidad no hace otra cosa más que ir minándola.
Otro grupo de hijos de puta se infiltró en las entrañas del gobierno para producir ataques más profundos como, por ejemplo, convencerlos de postular al Juez Lijo a la Corte Suprema y terminar de destruir al Poder Judicial. En ese tema venimos trabajando desde hace décadas y cada vez nos va mejor.
Lo novedoso de esta maniobra es que, además de convencer al gobierno para que proponga a este verdadero misil judicial, hemos despertado células dormidas que teníamos en la UCR, en el peronismo y en el PRO para que todos estos partidos aparezcan apoyando la nominación. Quien crea que esto es obra de Cristina, de Lousteau o de Macri, se equivoca. Son nuestros talentosos encarajinadores políticos que trabajan a destajo dentro de los respectivos partidos para impulsarlos al error.
No faltará alguno que piense que el mismísimo Lijo es miembro del CDLM. Hemos visto casos de personalidades públicas que, en realidad, eran agentes operativos de nuestra organización colocados especialmente para detonar gobiernos, por ejemplo José López o De Vido. Nunca rechazamos ni confirmamos estas versiones. La clandestinidad y el secreto son parte de nuestra esencia.
¿Solo de asuntos políticos se está ocupando el CDLM? De ninguna manera, sabemos que destruir la política es la manera más amplia y horizontal de derrumbar sociedades pero hay otros operativos que también ayudan.
Nuestros tentáculos llegan hasta rincones impensados. Desde la destrucción del fútbol local, a través de nuestros encarajinadores apostados en la AFA, hasta la genial maniobra de un selecto grupo de emputecedores sociales que acopiaron y escondieron todo el repelente de mosquitos que había en el continente.
El daño, si se hace, debe hacerse bien. Todo ayuda, ya sea la designación de un ministro incompetente o el faltante de un aerosol. Con estos detalles hacemos la diferencia.
El Club de los Malos nunca duerme, a veces operando a la luz del día entre la crisis y el desaliento, y otras veces desde las profundidades de la clandestinidad. Cada vez con mayor poderío pero sin perder jamás la precisión. Por eso somos los mejores. Hacer daño no es para cualquiera.
Nadie como nosotros para desatar las Fuerzas del Mal.
Para Clarín, Alejandro Borensztein