El austero Papa Francisco, Jorge Bergoglio: el primer Papa jesuita y latinoamericano

 

 

El papa Francisco, el pontífice número 266 falleció a los 88 años. El sacerdote argentino será recordado por su lucha contra la pobreza y una fuerte postura en busca de la justicia social, no sin haber protagonizado una que otra polémica.

El 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el primer papa latinoamericano de la historia, reemplazo del renunciado Benedicto XVI. Si ya era inédito que un pontífice presentara su dimisión, la situación se hacía más especial luego de que se eligiera a un sacerdote no europeo como líder de la iglesia Católica.

Tras su designación, Bergoglio rechazó recibir el rito de obediencia de los cardenales desde el trono y, en su primera aparición ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro ya convertido como Francisco, optó por una sotana y esclavina blanca, acompañadas de sencillos zapatos negros de cordones, en lugar de la tradicional muceta, el roquete y los característicos zapatos rojos. Así, el nuevo pontífice demostraba cierta austeridad desde sus inicios como máxima figura de la Iglesia Católica, rompiendo con tradiciones centenarias y marcando un giro hacia una espiritualidad más cercana, en la antesala de un periodo marcado por su compromiso de diálogo con personas de diferentes orígenes y creencias.

Sin embargo, el líder religioso también protagonizó momentos en los que fue foco de críticas y cuestionamientos, donde destacan sus declaraciones relacionadas al entonces obispo de Osorno Juan Barros, acusado de encubrir abusos sexuales, durante su visita a Chile en 2018 y la controversia por su actuar durante la dictadura militar en Argentina, donde se le acusó de haber facilitado y contribuido al secuestro de los sacerdotes Orlando Virgilio Yorio y Francisco Jálics. Orígenes y comienzos en la iglesia Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia católica que migró desde Italia. Sin embargo, su vocación religiosa tuvo un giro importante cuando en su adolescencia prometió convertirse en cura si no se casaba con Amalia Damonte, su enamorada.

Bergoglio escribió en una carta: «Si no me caso con vos, me hago cura». Ante esta declaración, los padres de Damonte le prohibieron recibir más misivas de parte del joven, acabando la relación que tenían y provocando el ingreso de éste al seminario diocesano de Villa Devoto en 1957. Como parte de su formación en la Compañía de Jesús, el pontífice número 266 vivió cerca de un año en Chile en 1960 en una etapa de la formación jesuita conocida como Juniorado, conformada por estudios humanísticos. Ordenado sacerdote en 1969, fue superior provincial de los jesuitas en Argentina entre 1973 y 1979 y rector del Colegio Máximo y la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel hasta 1986.
En febrero de 1988 fue designado arzobispo de Buenos Aires. En 2001 fue proclamado cardenal y, tras la muerte de Juan Pablo II en 2005, fue considerado como posible sucesor, aunque el elegido fue Joseph Ratzinger, quien asumió como Benedicto XVI. Bergoglio presidió la Conferencia Episcopal Argentina entre 2005 y 2011, y finalmente, el 13 de marzo de 2013, fue elegido papa tras la renuncia de Benedicto XVI, adoptando el nombre de Francisco en honor a san Francisco de Asís. El primer papa jesuita La elección de Bergoglio como papa rompió algunos moldes dentro del Vaticano. No solo se convirtió en la primera persona del hemisferio sur en tomar el cargo, sino que también en el primer jesuita en hacerlo. Esta orden religiosa se caracteriza por su enfoque intelectual, educativo y su compromiso en cuestiones sociales, pero ha tenido una tensión histórica con el Vaticano, donde ha sido vista como un desafío dentro de la estructura más jerárquica y conservadora de la Iglesia Católica.
Además, los jesuitas han evitado tradicionalmente los roles destacados dentro del clero, porque su vocación estaba enfocada en el servicio humilde y en muchos casos en posiciones de educación, pastoral y misiones, en lugar de querer ocupar las más altas posiciones dentro de la jerarquía eclesiástica. Así, la elección de un jesuita como papa representó una novedad en la historia de la iglesia, desafiando las normas de liderazgo que habían prevalecido durante siglos. De esta forma, en un cónclave marcado por la necesidad de renovación y reestructuración interna, Francisco fue visto como una figura capaz de impulsar el cambio y responder a las expectativas de una iglesia que necesitaba reconciliarse con sus fieles y afrontar los desafíos de la modernidad mediante un estilo de liderazgo más humilde, cercano a los pobres y comprometido con reformas internas que respondieran a los desafíos contemporáneos.
Modesto y cercano Tras su designación, el papa Francisco optó por residir en la Casa Santa Marta, residencia de los 120 cardenales electores y que ha sido utilizada como residencia para cardenales y prelados que visitan Roma por motivos oficiales o pastorales, en lugar de los lujosos departamentos del Palacio Apostólico, para buscar una «forma simple de vivir y la convivencia con otros sacerdotes».
Al frente de la iglesia, impulsó importantes reformas dentro de la Curia Romana, abarcando áreas como la economía, las finanzas, los tribunales eclesiásticos y el derecho canónico, con el fin de garantizar mayor transparencia y coherencia entre las finanzas vaticanas y la misión evangelizadora de la Iglesia Católica. Además, siguió con su objetivo de acercar la iglesia a los más desposeídos. Un claro ejemplo es que revitalizó el significado de la práctica cristiana del lavado de pies, al realizar este gesto a personas de distintos orígenes, incluidos presos, refugiados y personas con discapacidad.
Su predecesor, Benedicto XVI, limitaba esta práctica al lavado de pies de hombres y, posteriormente, la reservó exclusivamente para los sacerdotes. Pero este perfil más social lo cultivó desde siempre: cuando era arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio solía recorrer los barrios más humildes para dialogar y compartir un mate con los vecinos. En línea con su misión de promover la transparencia y la justicia, el líder religioso también abordó temas complejos como la pedofilia.
En ese sentido, expresó su profundo dolor y vergüenza por los casos de abuso sexual a menores cometidos por miembros del clero, calificándolos como «la vergüenza y la humillación de la Iglesia», por lo cual implementó medidas significativas, incluyendo la reforma del Código de Derecho Canónico para tipificar la pedofilia como un delito y establecer sanciones más severas para los culpables.
Por otro lado, en julio de 2022, el papa Francisco visitó Canadá para disculparse por el papel de la iglesia en las escuelas residenciales que, durante más de un siglo, separaron a niños indígenas de sus familias con el fin de asimilarlos culturalmente. Durante su visita, el pontífice se reunió con sobrevivientes de estas instituciones y reconoció el «catastrófico» impacto de estas prácticas, calificándolas de «genocidio». En esa línea, el legado del papa Francisco se caracterizó por su firme promoción de la paz y la justicia social.

A lo largo de su pontificado, abogó por la inclusión, la solidaridad y la dignidad humana, destacándose en su lucha contra la pobreza, la desigualdad y la violencia. Su llamado constante a la paz mundial y su defensa de los derechos de los más vulnerables fueron pilares de su mensaje pastoral. Controversias y cuestionamientos El papa Francisco también protagonizó ciertos momentos que generaron controversia no solo durante su período como máxima figura de la Iglesia Católica, sino que también en su carrera previa a la silla papal.

En Argentina, fue objeto de críticas por su presunta colaboración con la dictadura militar que controló el país entre 1976 y 1983 cuando se desempeñaba como jefe provincial jesuita. Se le acusó de no haber hecho lo suficiente para proteger a los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes fueron secuestrados y torturados por las fuerzas militares. Sin embargo, el papa negó estas acusaciones, argumentando que no entregó a los religiosos y que su relación con ellos era estrictamente pastoral.
Ya convertido en papa, en enero de 2018, durante su visita a Chile, Francisco defendió al entonces obispo de Osorno, Juan Barros, quien había sido acusado de encubrir los abusos sexuales del sacerdote Fernando Karadima. En esa ocasión, el líder religioso fue consultado por un periodista acerca del respaldo que le otorgaba a Barros, a lo que afirmó: «No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia. ¿Está claro?». Así, el papa reiteraba su apoyo al sacerdote, como ya lo había hecho tiempo atrás en Roma: “Osorno sufre por tonta”, dijo esa vez. Relación con el poder Desde que asumió como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio ha tenido una compleja relación con algunos gobernantes argentinos. Resistido por el kirchnerismo, fue bastante crítico de la gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Incluso, durante el gobierno de esta última el religioso fue citado a declarar en un juicio relacionado con el secuestro de Yorio y Jalics. En una conversación con jesuitas húngaros en 2023, el papa reveló que el gobierno kirchnerista presionó para que fuera condenado por su accionar durante la dictadura. “Algunos en el Gobierno querían ‘cortarme la cabeza'», aseguró. No obstante, una vez que se convirtió en pontífice, su relación con el kirchnerismo mejoró: Cristina K sabía que no podía enemistarse con la máxima autoridad católica.
Por otro lado, Francisco también mantuvo una relación tensa y compleja con el actual presidente argentino, Javier Milei, quien durante la campaña presidencial de 2023 calificó al papa como el «representante del maligno en la tierra». Una vez en el gobierno, el Mandatario trasandino moderó su discurso y reconoció al papa como uno de los líderes más importantes del mundo.
Esto no ha impedido al pontífice deslizar críticas contra Milei, como en septiembre pasado, cuando acusó represión hacia los manifestantes que protestaban en esa época por el veto a la reforma jubilatoria. “Me hicieron ver una represión (…). Obreros, gente que pedía por sus derechos en la calle. Y la Policía la rechazaba con una cosa que es lo más caro que hay, ese gas pimienta de primera calidad. Y no tenían derecho a reclamar lo suyo, porque eran revoltosos, comunistas, no, no. El Gobierno se puso firme y en vez de pagar la justicia social pagó el gas pimienta”, señaló Bergoglio en esa ocasión.
Con todo, desde que viajó a Roma en 2013 para el cónclave tras la abdicación de Benedicto XVI, Francisco nunca más volvió a su país. Intenciones hubo, pero las complejidades políticas lo impidieron.
Ahora, el líder católico pasará a la historia, mientras ya se discute sobre su legado.
Desde Emol, por Gabriel Koening
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