El Gobierno niega una crisis por la suba del dólar y confía en el rumbo para salir del cepo

En el quinto piso del Ministerio de Economía, cerca del despacho de Luis Caputo, no se preocupan por el salto de los dólares “libres”. Allí sentencian: “No habrá sorpresas”. Y luego aclaran que la salida del cepo cambiario será “un proceso”. Traducción: el mercado va a estar al tanto y no será a través de una devaluación brusca, algo que los actores ven como un fantasma a la vuelta de cada esquina.

Esas visiones se multiplican con el paso del tiempo porque –creen en el mercado– las restricciones cambiarias son cada más difíciles de eliminar con un dólar oficial que se atrasa, sin el arribo de “dólares frescos” y con el Banco Central (BCRA) sin poder acumular más reservas en plena cosecha del campo.

El mercado no ve aún una hoja de ruta trazada con claridad y la promesa de un nuevo régimen monetario que hizo el presidente Javier Milei el viernes por la mañana fue la profundización del que ya existía. Lo nuevo, esperan muchos, podría llegar demasiado tarde: en 2025.

Para quienes esperaban una segunda etapa con un relanzamiento de medidas fiscales, monetarias y, sobre todo, cambiarias hubo sabor a poco con los anuncios de Caputo y Santiago Bausili. El Impuesto PAIS, cada vez más importante en la recaudación, no se irá inmediatamente, sino en los próximos meses, más allá de las promesas de Caputo de eliminarlo tras la aprobación de la Ley Bases.

En Economía creen que el mercado es injusto. “Los fundamentals mandan”, advierten. Repasan que hay superávit fiscal (el Ejecutivo acumula cinco superávits financieros consecutivos, algo que no pasa desde 2008), comercial (sobre todo gracias a la caída de las importaciones por la recesión) y de cuenta corriente. Y, luego del anuncio del viernes, el Gobierno buscará ahora dejar de emitir como consecuencia de los pasivos remunerados. Eso es lo que les ofrece el equipo económico a los banqueros, con quienes además está negociando una solución a los llamados puts (seguros de liquidez) en manos de las entidades.

“La reunión fue espectacular”, dijeron en Economía. “La reunión con los bancos fue mala”, dijo un exbanquero que los tiene como clientes, que agrega que faltó información sobre el “canje”. No se habló de plazos ni de características de los nuevos instrumentos. “¡Algún incentivo! Baja de encajes o constituir capitales mínimos”, pidieron. Públicamente, las entidades que agrupan a los bancos respaldaron al Gobierno, pero en off las expectativas entre el equipo económico y esos actores aún no están alineadas al 100%.

“No pasó nunca esto. No entienden la potencia de hacer las cosas bien. Creen que ‘esto es Argentina’ y ‘las vimos todas’. Y esta no la vieron nunca porque nunca pasó (…) Conclusión, se darán cuenta a fuerzas de resultados”, reafirman en Economía. Luego admiten que el camino –sobre todo, en el corto plazo– puede mostrar volatilidad, pero “para que haya crisis, tiene que estar desordenada la macro; justo lo opuesto a lo que tenemos hoy”.

“La reacción de los mercados es la típica volatilidad que se produce frente a un escenario de excesivas ganancias de estos meses, sumado a un nuevo programa monetario–fiscal que pocas veces se ha visto en la Argentina. Como todo cambio, se genera incertidumbre hasta que los agentes económicos se adecuan al nuevo escenario”, cierran.

Sin embargo, los nervios no son gratuitos: la brecha cambiaria superó el 50%, cuando unas semanas atrás había alcanzado casi el 15%. Vale recordar que llegó a estar en 200% con Alberto y Cristina. Los dólares libres ya están por encima de los que dejaron Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero retrasados en términos reales (con relación a la inflación del período).

El mercado es especialista en correr el arco. Que el superávit financiero no es sustentable, que la inflación no puede seguir bajando, que la Ley Bases llegó tarde y recortada, que el régimen monetario y cambiario está agotado y que el BCRA –que se apuró en bajar tan velozmente la tasa- ya no puede comprar dólares en plena cosecha gruesa. O, simplemente, que el dólar se atrasó frente a la inflación. Ese combo de razones se cristalizan cuando se encienden las luces rojas en el mercado y crece el “ruido”.

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