El indio Dommaraju Gukesh se corona como el campeón mundial de ajedrez más joven de la historia
Se consagró en Singapur, al ganar con negras la última de las 14 partidas a ritmo pensado. Con una definición insólita, en la última partida, con los dos rivales igualados en puntaje, jugando una posición que los maestros suelen denominar como “tablas muertas”, se podría decir literalmente que Ding Liren se “suicidó”.
Se puede considerar como un premio a la tenacidad, y constante búsqueda de la victoria de parte de Dommaraju Gukesh, el ajedrecista indio de 18 años, este triunfo que lo corona como el campeón mundial más joven de la historia del ajedrez.
Al margen de las notables cualidades de Gukesh, lo que sorprendió mucho a la afición del ajedrez, es la forma en que ocurrió. En la última partida Ding Liren llevaba las blancas, lo que supone una pequeña ventaja de inicio. Pronto se llegó a una posición igualada que hacía prever unas tablas, lo que determinaría que ambos rivales tendrían que jugar un desempate de partidas rápidas para definir al campeón. Pero entonces Ding empezó a hacer cosas raras. Primero sacrificó un peón para llegar a un final objetivamente tablas, pero donde era obvio que iba a tener que sufrir, porque Gukesh no iba a desperdiciar la oportunidad de presionar al máximo. También empezó a pensar en demasía, quedando apremiado por la falta de tiempo.
Con todo, siendo un jugador experimentado, había pasado muchas veces en su vida deportiva, y también a lo largo de este match, por esta situación de tener que defender un final inferior con poco tiempo. Pero, cuando los espectadores se estaban aburriendo, pensando que el empate inevitable se alargaba demasiado, Ding dejó de lado el sistema defensivo que venía jugando, y, tal vez tratando de forzar las tablas, entró en una secuencia de dos jugadas que lo llevó a la derrota. Una variante que cualquier aficionado rechazaría como perdedora.
¿Por qué Ding Liren perdió de ese modo? Tal vez, como en un espejo convexo, las perspectivas ominosas que se ciernen sobre el que teme perder, tomaron forma de fantasmas que se vuelven reales. Ding, que se había recuperado de una mala derrota en la partida 11, con un brillante triunfo en la 12; que en la partida 13 tuvo que sostener una difícil defensa ante el feroz empuje de Gukesh; y que consiguió unas tablas con sabor a triunfo. Quedaba una sola partida y él con blancas. Pero cuando nuevamente tuvo que enfrentarse a una defensa en la tensión concentrada de la última partida, se quebró de golpe, como un vaso de cristal que estalla al caer. Así perdió el título mundial un jugador que nunca esperó tenerlo, y que cuando se encontró con él, le resultó más una carga, que una conquista. En cambio, el joven Gukesh representa los valores deportivos de la ambición, y la busca sin compromisos del éxito. Acorde con el tiempo presente, en el cual los jóvenes destacan más y más rápido, y dejan atrás de un golpe los viejos manuales. Claro que esta vertiginosa llegada a la cima, le exigirá a Gukesh nuevos retos. Ya no es lo más difícil del ajedrez ser campeón del mundo, sino ser el número uno del ranking. Y ahí está, por ahora inaccesible, Carlsen.
En el diagrama vemos la posición que definió el match. Ding Liren podía haber jugado 55.Ta4, o, 55.Ag2, y no se ve un plan con que las negras tengan posibilidades concretas de ganar la partida. En cambio hizo la perdedora 55.Tf2? Luego de 55…Txf2 56.Rxf2 Ad5! el final de peones resultante es perdedor para el blanco. (Si el alfil blanco en lugar de estar en la casilla a8, hubiese estado en otra casilla de la diagonal, como b7, entonces podría jugar 57.Aa6 o Ac8 eludiendo el trueque de alfiles, con un fácil empate. ¿Será esto lo que omitió Ding Liren?) La partida todavía siguió 57.Axd5 Rxd5 58.Re3 Re5 (0-1)
Con información de La Nación (Pablo Ricardi) y Clarín (Hernán Sartori)