Las rocas en precario equilibrio que desafían la gravedad y nos ayudan a entender el riesgo de terremotos
Da la impresión de que podrías tirarlas abajo con un soplido. En todo el mundo, miles de “rocas en precario equilibrio” se encuentran en extrañas posiciones, a punto de caerse. Antes eran meras curiosidades geológicas. Ahora están ayudando a mejorar nuestra comprensión del riesgo de terremotos.
El hecho de que estas rocas en una posición delicada sigan en pie proporciona ventanas a la historia profunda, mucho antes de que los sismómetros modernos pudieran medir el temblor del suelo.
“Los únicos testigos que podemos consultar son estas rocas precarias: son los testigos de lo que ocurrió”, afirma el geólogo Dylan Rood, del Imperial College de Londres, en Reino Unido.
Esto, a su vez, nos permite prepararnos para el futuro, mejorando los mapas de peligrosidad sísmica en los que se basan los planes de catástrofes, las primas de los seguros y los códigos de construcción.
Estas rocas tambaleantes que desafían a la gravedad ayudan incluso a los ingenieros a realizar pruebas de resistencia en centrales nucleares, depósitos de residuos radiactivos y enormes presas.
Estado frágil
Las rocas en equilibrio precario pertenecen a una categoría específica de accidentes geológicos (los llamados “accidentes geológicos frágiles”). Algunos existen debido a la erosión, como los arcos rocosos o los pináculos en forma de torre.
En tierra, el Parque Nacional de los Arcos, en Utah, Estados Unidos, alberga miles de estos accidentes, en los que el agua de lluvia o la acción del hielo y el deshielo han erosionado la arenisca hasta el punto de provocar su inminente colapso.
Mientras tanto, en la costa, el mar puede esculpir accidentes geológicos frágiles en los acantilados: se forman arcos, hasta que acaban desmoronándose, dejando tras de sí los llamados stack (a veces traducido al español como pináculos o agujas). Uno de los más conocidos es el “Old Man of Hoy”, en las islas Orcadas escocesas, al que suelen subir los escaladores.
Otros accidentes geológicos frágiles crecen con el tiempo, como las estalactitas o estalagmitas. En algunos casos, llegan a medir muchos metros, adquiriendo un gran peso, pero con un diámetro no mayor que el de un brazo.
Todos estos elementos llaman la atención, pero las rocas en equilibrio precario son especialmente fotogénicas: parecen megalitos colocados por alguna civilización o deidad del pasado. Los hay en todo el mundo: Brimham Rocks, en Yorkshire (Inglaterra); Krishna’s Butterball, en India, y Kummakivi, en Finlandia, por citar sólo algunas.
En EE.UU., se encuentran diseminadas por varios estados, desde las rocas Metolius de Oregón hasta Bubble Rock, en Maine. En algunos países, las rocas han adquirido incluso un significado religioso: los devotos budistas de la Roca Dorada de Myanmar la han recubierto con hojas de oro y creen que un mechón de pelo de Buda evita que se caiga.
Las rocas precarias adquieren su delicado equilibrio por dos razones. A veces, los glaciares las han transportado y dejado caer en posiciones extrañas.
Los bosques del noreste de EE.UU., por ejemplo, cuentan con muchas. Otras veces, las piedras sólo parecen haber sido colocadas en un pedestal, pero lo que ha ocurrido en realidad es que su base se ha erosionado gradualmente hasta formar un cuello estrecho.
Ventanas a la historia
Mientras que los turistas suelen visitar estas rocas en equilibrio precario para hacerse selfies, los sismólogos las admiran por motivos distintos: porque pueden revelar la actividad sísmica durante el pasado profundo.
Para apreciar cómo, hay que rebobinar hasta principios de la década de 1990. Por aquel entonces, los geólogos observaron un curioso patrón en las rocas en equilibrio precario de California y Nevada: por lo general, eran menos abundantes cerca de los límites de las fallas.
Esto dio pie a una idea: tal vez las rocas pudieran revelar información sobre los temblores del terreno antes de que se inventaran los sismómetros de precisión. Si se encuentra una roca precaria en una zona -y se puede calcular cuánto tiempo ha estado a punto de caer- significa que el suelo no ha temblado lo suficiente como para derribarla.
Una de las primeras rocas analizadas de este modo fue Omak Rock, en el estado de Washington, una piedra glaciar en equilibrio sobre un pequeño pedestal, unos 90 km al sur de la frontera entre EE.UU. y Canadá.
En 1872, un fuerte terremoto sacudió el noroeste del Pacífico, pero la tecnología de la época no pudo captar con exactitud cuánto se movió la tierra. La supervivencia de Omak Rock en su pedestal ayudó a los geólogos a estimar un límite superior de la magnitud de las sacudidas.
Es aún más difícil evaluar el impacto de los terremotos antes de que existieran registros humanos. En el campo de la paleosismología, los geólogos buscan indicios de movimientos del terreno prehistóricos, como rupturas de fallas, corrimientos de tierras o restos de tsunamis, pero muchos sismos apenas dejan rastro en el registro geológico.
Sin embargo, cuando los sismólogos encuentran rocas en equilibrio que han permanecido en pie durante miles de años, sirven como testigos de esos raros sucesos.
Su análisis está mejorando la precisión de los mapas de peligrosidad sísmica, especialmente en lo que respecta a los raros estruendos que sólo se producen cada pocos miles de años.
En septiembre, por ejemplo, investigadores del Servicio Geológico de Estados Unidos publicaron un análisis de rocas en equilibrio precario dejadas por glaciares en el estado de Nueva York y Vermont.
Afortunadamente, no hubo sorpresas: las rocas sugerían que sus mapas eran exactos en líneas generales, pero eso no siempre es así.
Dos geólogos que han contribuido a perfeccionar y afinar el análisis de las rocas en equilibrio precario son Anna y Dylan Rood, un matrimonio del Imperial College de Londres. La pareja desarrolló una metodología más precisa y basada en probabilidades para estudiar estos testigos sísmicos.
Si te cruzas con los Rood examinando una de estas rocas en el campo, sabrás que son ellos porque la roca estará cubierta de cinta adhesiva de colores.
Junto con los escáneres con tecnología lidar y la fotografía con drones, estos marcadores les ayudan a crear modelos informáticos en 3D de las rocas, para poder simular lo que les ocurriría en distintos escenarios sísmicos.
“Podemos calcular la probabilidad de que esa roca se desplome en una serie de sacudidas del terreno, desde sacudidas muy cortas y pequeñas hasta sacudidas realmente extremas”, explica Anna.
También es importante comprobar que las rocas se tambalearon realmente durante terremotos pasados.
Para datar su precariedad, los Roods analizan los isótopos cosmogénicos presentes en los minerales de cuarzo de las rocas, como el berilio-10.
Estos isótopos se forman cuando los rayos cósmicos inciden en el cuarzo y, por tanto, son más abundantes cuando la superficie de la roca ha estado expuesta a la atmósfera.
Esto revela cuánto tiempo ha permanecido una piedra en su estrecho pedestal, o bien si su base estuvo enterrada en el suelo o en otros detritos. “Es un reloj”, explica Dylan. “Podemos modelar cuándo quedó expuesta la roca”.
Con estas técnicas, los Rood han demostrado que algunos mapas de peligrosidad de EE.UU. pueden requerir de una actualización.
Analizando rocas en equilibrio en Lovejoy Buttes, cerca de la falla de San Andrés, en la región de Los Ángeles, descubrieron que los riesgos de un terremoto de uno en 10.000 años pueden haberse sobreestimado.
La sacudida sería un 65% menos potente en esta región de lo que se había estimado previamente, concluyeron.
Infraestructura vital
Los Rood se conocieron por primera vez mientras analizaban este tipo de rocas cerca de la central nuclear de Diablo Canyon, en California
Desde entonces, ellos y sus colegas han demostrado que las rocas en equilibrio pueden ser especialmente útiles para realizar pruebas de tensión en infraestructuras vulnerables, como instalaciones nucleares o grandes presas.
De hecho, estas rocas se han vuelto tan útiles para la industria nuclear que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recomienda ahora que se estudien para mitigar los riesgos sísmicos cerca de las centrales.
Si los ingenieros están evaluando el riesgo de una central nuclear, necesitan conocer el impacto de un “gran terremoto” que podría hacer que se abra su reactor. Sin embargo, si no ha habido uno en milenios, es difícil calcular su gravedad.
Cuando los Roods y sus colegas cartografiaron y analizaron las rocas cercanas a la central nuclear de Diablo Canyon pudieron reducir las incertidumbres de los mapas de peligrosidad en casi un 50%.
A finales de octubre, la pareja también iba a empezar a estudiar las rocas en equilibrio precario de Francia, después de que la empresa energética EDF les pidiera que mejoraran los mapas de peligrosidad sísmica de las centrales nucleares y presas hidroeléctricas del país.
En el futuro, las rocas precarias también podrían ayudar a los ingenieros a decidir dónde enterrar los residuos radiactivos.
Uno de los primeros casos para poner a prueba el análisis de estas rocas en la planificación nuclear fue Yucca Mountain, un posible depósito de residuos nucleares en Nevada (ahora desguazado).
Investigadores de la Universidad de Nevada en Reno analizaron rocas en equilibrio precario cercanas recubiertas de «barniz de roca”, una sustancia rica en arcilla que se acumula a largo plazo en los desiertos.
La presencia del barniz les indicó que algunas rocas precarias llevaban 80.000 años en pie sin caerse, lo que indicaba que el riesgo de sismo para Yucca Mountain era aceptable.
Así que, si alguna vez te encuentras con una roca de este tipo cuando salgas de excursión, piensa en lo que puede haber sobrevivido para permanecer en su sitio.
Incluso los propios Roods siguen maravillándose de que algunas de estas rocas tambaleantes sigan en pie. “En uno de los yacimientos de California, tú mismo podrías derribarlas. Realmente pone en contexto lo frágiles que son”, dice Dylan.
*Richard Fisher es autor de The Long View: Why We Need to Transform How the World Sees Time, y redactor jefe de Aeon.
*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.
BBC Mundo