Murió Jorge Lanata, periodista y editor que deja una huella imborrable en Argentina

Fundó medios de comunicación, tuvo éxitos y fracasos, desafió a la política, fue amado y odiado, y nunca se cansó de cuestionar.

El periodista y analista Pablo Sirvén, en La Nación describe a Jorge Lanata como pocos. Es una biografía a horas de su muerte. Y un homenaje.

Lo compartimos

Cae el telón sobre uno de los grandes editores periodísticos de la historia argentina. A partir de ahora, Jorge Lanata brillará en la selecta galería junto con otros tan descollantes como Natalio Botana, Jacobo Timerman y Héctor Ricardo García. Como ellos, construyó su celebridad no solo con talento y creatividad, sino también con intensas polémicas y contradicciones que le depararon odios y amores incondicionales. Después de una larga internación, que empezó el 14 de junio tras descompensarse durante un estudio de rutina, no pudo recuperarse y murió hoy a los 64 años. Irreverente, caprichoso, histriónico, valiente, siempre lúdico y audaz, Lanata se hacía notar con su figura voluminosa, su lengua mordaz y su mirada triste. En cualquier ambiente donde entraba, jamás pasaba inadvertido. Muy justo o arbitrario, según la ocasión, su capacidad infatigable para embestir era su marca registrada. Gran preguntador, eximio polemista y con un abanico muy grande de intereses -además de la política y de la alta cultura hasta el chimento más intrascendente, todo le interesaba-, Lanata irrumpió muy joven, en los años 80 del siglo pasado, en el escenario mediático con un crescendo que nunca más se detuvo hasta su último aliento.

“Le tengo miedo y curiosidad a la muerte”, aseguró Jorge Lanata en una entrevista con Pablo Sirvén en 2019

Las graves enfermedades que castigaron su cuerpo –neumonía, arritmias, bloqueo del nervio femoral, trasplante de riñón y hasta un leve infarto– no fueron un obstáculo para seguir adelante con su vorágine laboral. Tampoco para que abandonara su vicio de fumador empedernido ni aun cuando estaba en el aire. Sufrió apneas, diabetes, Gripe A y hasta debió movilizarse en silla de ruedas o con bastón. “Estoy vivo de pedo”, reconoció en el programa Hablemos de otra cosa, en el que se le leyeron los dos primeros párrafos de esta nota necrológica. Eso fue en 2019 y ya era una “bomba de tiempo” que exigía tomar recaudos periodísticos para estar preparados si acaso sucedía lo peor. Pero al igual que Diego Maradona, o hasta hoy Charly García, Lanata resurgía de sus propias cenizas después de cada susto y salía adelante. No le tenía respeto a sus problemas de salud ni tampoco a los de los demás: no le importó ser centro de una gran polémica cuando dio la primicia en su programa de radio acerca de que Wanda Nara sufría una grave enfermedad. Desde la pandemia, no volvió más a la radio y montó un estudio en su coqueto departamento en el Palacio Estrugamou, desde el que salía al aire con su Lanata sin filtro.

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«Estoy vivo de pedo», se sinceró en el ciclo Hablemos de Otra Cosa, al recorrer sus múltiples problemas de salud

Contra viento y marea jugó esa ruda pulseada con intermitencias –sus internaciones se fueron haciendo cada vez más frecuentes, hasta esta última–, pero sin abandonar del todo la vidriera pública. Tal combinación de afecciones y tan desaprensiva manera de cuidarse lo habían convertido en una bomba de tiempo que podía estallar en cualquier momento. En los últimos años, la salud le deparó sucesivos calvarios: desde sufrir dolores intensos y permanentes en las terminaciones nerviosas de sus piernas, que los sedantes apenas atemperaban, hasta virulentas infecciones urinarias, que se agravaban por su condición de trasplantado o problemas respiratorios y cardíacos, como el que sufrió durante un estudio en el Hospital Italiano y derivó en su última internación, a mediados de junio. La vena irónica y filosa nunca lo abandonó. Prueba de ello es que pocos días antes de una de sus últimas internaciones se trenzó con el presidente Javier Milei, luego de que lo acusara de “recibir sobres” por criticar la supuesta participación del embajador israelí Eyal Sela en una reunión del comité de crisis en el marco del conflicto bélico en Medio Oriente. Lanata cuestionó las medidas del primer mandatario, lo denunció penalmente y aseguró estar “preocupado” por el futuro del país.

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Lanata junto a Ricky Pashkus, el grupo Miranda y Ximena Capristo en 2008, en su revista en el Teatro Maipo

Ninguna plataforma de contenidos tuvo misterios para Lanata, fuera la radio, Internet, los libros –algunos de los cuales fueron best seller–, hasta el cine y, fundamentalmente, donde tocó cimas sobresalientes, la gráfica y la televisión. Tampoco le quitó el cuerpo a participaciones especiales en varias ficciones y ni siquiera le fue ajeno el teatro de revistas. Era y le encantaba sentirse un personaje inclasificable, políticamente incorrecto, un colosal rockstar que despertaba admiración y antipatía, todo al mismo tiempo. Tuvo sus épocas de desenfreno y adicciones, también varios matrimonios y dos hijas, Bárbara y Lola. Gastador compulsivo, coleccionista de relojes y excéntrico en el vestir, nunca perdió su humor ácido para tamizar todas las cosas. En sus últimos años había descubierto una nueva pasión: el arte. Su casa se llenó de cuadros y algunas esculturas. Lanata, como antes Bernardo Neustadt, sabía qué cuerdas debía pulsar para atraer masivamente a públicos muy diversos. “Entretener es un deber”, se imponía a sí mismo y a los colegas al hacer notar que un contenido valioso se podía malograr si no era comunicado de manera amena y convenientemente sazonado. Pero no le fue fácil ni rápido llegar a esas conclusiones y le tomó un par de décadas salirse de audiencias más segmentadas hasta volverse multitarget durante el kirchnerismo, cuando cerró una inesperada y muy intensa alianza con el Grupo Clarín, del cual había sido agudo crítico en el pasado.

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El primer programa de Día D, por América, en 2000, un hito en la carrera de Lanata; el periodista al frente de su ciclo de Radio Mitre desde Mar del Plata, en 2012

Jorge Ernesto Lanata había nacido en Mar del Plata el 12 de septiembre de 1960, pero pasó los primeros años de su vida en Sarandí. Cierta melancolía y soledad lo marcaron desde muy chico con una madre –ya de muy grande se enteró que no era la suya, porque fue adoptado–, que quedó postrada y sin habla cuando él tenía apenas siete años. Nunca quiso indagar sobre su verdadero origen. Pujaban en la psiquis de Lanata dos fuerzas contrarias muy potentes: las hondas carencias afectivas por un lado, pero también un irrefrenable instinto de superación que fue motor durante toda su vida. Esa dualidad entre el ser desvalido que a veces interiormente sentía ser y ese intelecto versátil y potente que fue construyendo con el tiempo, muchas lecturas y una prosa fluida y cuidada, lo convirtieron en un ser blindado, tan pronto bonachón como temible.

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Inclasificable y políticamente incorrecto, Lanata marcó un modo de hacer periodismo

Sus condiciones periodísticas sobresalieron ya en el colegio cuando una maestra le pidió a él y a sus compañeros que escribieran una composición sobre alguien cercano. Lanata prefirió explorar la guía telefónica para ir en busca de un poeta conocido: Conrado Nalé Roxlo. A los catorce años ya trabajaba en Radio Nacional cortando cables. En esa época ganó un premio municipal por un ensayo sobre cine argentino. Lo suyo era escribir, pero también fue mozo de un bar en tiempos de la dictadura. Arrancó en la gráfica, en 1977, colaborando en la revista semanal de actualidad Siete Días, pero su nombre empezó a sonar más fuerte cuando, recuperada la democracia, fue parte del staff de Radio Belgrano, que por entonces dirigía el editor de libros Daniel Divinsky y que llamó mucho la atención por su ecléctica programación. Allí fue productor de Sin anestesia, el ciclo de Eduardo Aliverti. También formó parte de la revista El Porteño, que fundara Gabriel Levinas. Muy joven –tenía 26 años– asombró, al mes siguiente de la tumultuosa Semana Santa carapintada que puso en jaque al gobierno del presidente Raúl Alfonsín, al irrumpir con inusitada fuerza en el conservador y exigente mercado de los diarios porteños, donde tantos habían probado suerte y fracasado, al lanzar a la calle el 26 de mayo de 1987 la primera edición de Página/12, un tabloid aberlinado, inspirado en el periódico Liberation. Pronto pasó a ser lectura obligatoria de los públicos más juveniles y progresistas, pero también perforó otras capas de lectores que lo tomaron como segundo diario.

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Lanata de pequeño junto a Angélica, la mujer que lo adoptó

Inquieto y juguetón, no solo manejó la ironía en títulos y en imágenes de tapa, sino que también apeló a jugar con el logo, cambiar el sentido de lectura de vertical a horizontal y hasta tiñó de amarillo la portada de aquel diario del que se alejaría años después. Sus sucesores en la conducción lo ningunearían como si nunca hubiese existido. Ese concepto tan disruptivo y sorprendente de edición lo acentuó en sus posteriores incursiones revisteras. A Veintiuno, por ejemplo, le fue cambiando el nombre cada año a Veintidós y hasta Veintitrés. A una edición de esa publicación llegó al alarde de lanzarla con un gran agujero en el medio. Dirigió otras revistas como Página 30 y Ego; también estuvo a cargo un segundo diario de su invención, Crítica de la Argentina, que tuvo un buen muy arranque, pero que terminó cerrando cuando se retiró el accionista principal y por el torniquete de publicidad al que lo sometió el kirchnerismo, no solo negándole pauta oficial sino desalentando a grandes anunciantes a pautar en ese medio. La llegada a la televisión de Lanata fue una década más tarde que el lanzamiento de Página/12. Allí, sus rasgos narcisistas y de enfant terrible se hicieron más pronunciados, al tiempo que se ampliaba su base de público. Siempre listo para quebrar cualquier regla impuesta, cierta vez que el programa anterior al suyo le entregó la transmisión más tarde, en protesta se puso a leer en silencio un libro por largos minutos mientras las cámaras lo apuntaban, ¡y logró tener rating! Día D y Detrás de las noticias ocuparon varias temporadas exitosas en América, pero su gran salto fue Periodismo para todos, desde 2012, por Canal 13. Retomando y potenciando investigaciones de años anteriores de medios gráficos como LA NACION y poniendo en marcha nuevas generadas por su equipo de periodistas y productores, logró incomodar tremendamente al segundo gobierno cristinista.

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Lanata, en su casa de la calle Esmeralda, desbordada por libros y recortes periodísticos

Lo que en la anterior etapa echaba de menos, cuando notaba que sus hallazgos no trascendían la pantalla que antes ocupaba, con todos los medios del Grupo Clarín actuando de caja de resonancia, sus impactos se multiplicaron exponencialmente. Pero PPT no eran solo las investigaciones de su equipo sino también su propio monólogo inicial en formato stand up y los sketches de humor político. Fue durante la ceremonia de los Martín Fierro en 2013 en que acuñó el concepto de “grieta” que después todo el mundo usó para definir el abismo abierto entre kirchneristas y antikirchneristas. Intuyó que con la llegada al poder de Mauricio Macri se le iba a complicar mantener la altísima atención de su audiencia, que tampoco iba a tolerar de buen grado las críticas que se hicieran al nuevo oficialismo. Para hacerle frente a esa nueva coyuntura pensó en dos proyectos bien distintos: Ducto, una plataforma continental de contenidos en Internet que manejaría desde Miami y el programa de entretenimientos El argentino más inteligente. Ninguna de las dos iniciativas funcionaron: el primero, por falta de socios que aportaran el capital necesario y el segundo, por escasez de rating, que determinó el levantamiento del ciclo tras apenas cinco emisiones.

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El periodista fue papá de Bárbara y Lola, hijas de dos matrimonios diferentes

Gracioso y burlón, participaba de buen grado en los pases del programa de Marcelo Longobardi al suyo, por Radio Mitre. Aunque la relación se terminó dañando y Longobardi siguió su carrera ante otros micrófonos. Lanata no tuvo problemas de seguir con ese rito, cuando tomó la posta de ese espacio Eduardo Feinmann. El regreso del kirchnerismo al poder, a fines de 2019, lo volvió a potenciar como en sus mejores épocas, con nuevos récords de audiencia tanto en radio como en TV. Al presidente Alberto Fernández solía representarlo como una marioneta de Cristina Kirchner. La vena irónica y filosa nunca lo abandonó. En 2019 había estado internado cinco veces y en 2020 afrontó una operación delicada en Nueva York que alivió sus dolores de columna. Había bajado 35 kilos, pero seguía fumando tres atados de cigarrillos diarios, y últimamente se lo veía relajado y feliz con su nueva pareja, la abogada Elba Marcovecchio, a la que presentó en su programa de radio días antes de ser internado en la Fundación Favaloro, en 2022. Entre los 120 invitados a su casamiento, en un campo ubicado en Exaltación de la Cruz, estaban el expresidente de la Nación, Mauricio Macri, y la anterior esposa de Lanata, Sara Stewart Brown, otra prueba de que siempre se llevó bien con sus ex. De hecho, Andrea Rodríguez, otra de sus anteriores parejas, fue su productora más persistente a lo largo de su vida.

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En 2022, Lanata se casó con la abogada Elba Marcovecchio

Celebró la pena a doce años de prisión para Lázaro Báez, que fue repetido objeto de investigaciones periodísticas en sus programas y siempre tuvo en la mira de sus más feroces críticas a Cristina Kirchner. Pero era muy ecléctico y todos los temas le interesaban, los que podía abordar tan pronto con gran profundidad como con absoluta liviandad. Sensible o feroz, Lanata siempre era una caja de sorpresas con un don especial para llamar la atención para bien o para mal. Así se definió ideológicamente en octubre de 2020 ante el autor de esta necrológica: “Nunca fui psicobolche. Soy un liberal de izquierda. Liberal, porque creo que el individuo debe estar por arriba del Estado, y de izquierda, porque miro qué sucede a mi alrededor”. Deja una huella indeleble en el periodismo argentino.

Para La Nación, Pablo Sirvén

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