OPINIÓN: El Presidente y los mandriles
Hoy antes que nada mi viejo, Tato: hubiera cumplido 100 años. Eterno. Beso al cielo.
Ahora arranquemos. Uno entiende que al Vaticano hayan viajado el presidente, Karina, el Canciller y alguno que otro más. Al fin y al cabo corresponde que, quienes dijeron que el Papa era el “maligno”, ahora fueran de rodillas a pedirle perdón.
Algo parecido sucedió con Cristina y los kirchneristas que empezaron diciendo que Francisco había sido un cómplice de la dictadura que encubrió crímenes de lesa humanidad y terminaron colgándose de la sotana y revoleando la bandera blanca y amarilla como si hubieran sido hinchas de Bergoglio desde la primera hora.
Por suerte quedan las tapas de Página 12, las notas de Verbitsky, los programas de 678 y el inolvidable discurso de Cristina ninguneando a Francisco en Tecnópolis el día que lo nombraron Papa. Como bien dice León Gieco, todo está guardado en la memoria pero, por las dudas, también está en You Tube.
Más allá de esto, es discutible que haya ido Manuel Adorni siendo que, si bien es el vocero presidencial, hoy es el principal candidato que el oficialismo ofrece para las elecciones de este año. Aparecerán otros, pero por ahora es el primero y el más importante.
Basta recordar como puteamos cuando en 2013 Cristina viajó a Río para asistir a la misa de Francisco y llevó a su entonces candidato Martín Insaurralde, que encabezaba la lista para diputados, para tratar de alzarlo como un bebé y tener la foto con el Papa. Al pedo porque igual perdieron la elección.
Mamita, qué recuerdo: Insaurralde, del Papa Francisco al Yate Bandido, hermoso recorrido. Lindo dato para entender que ponerlo a Alberto no fue la única genialidad de Cristina.
Volviendo al punto, a nadie se le pasa por la cabeza que a Adorni lo hayan llevado para que aparezca en la estampita justo en medio de la campaña electoral, qué esperanza. Pero convengamos que es un poco sospechoso. En cualquier caso, ya que el tipo fue, le pedimos que nos haga la gauchada de agregar al bagayo un iPhone 16 PRO (es para un amigo) porque acá vale 3.000 dólares y allá 1.300.
Esto es así porque Viva La Libertad Carajo solo llega hasta Santa Cruz. En Tierra del Fuego sigue la misma joda de siempre.
Nadie está diciendo que el curro fueguino se mantiene porque uno de los principales beneficiarios es Nicky Caputo, primo del ministro Luis Caputo y tío de Santiago Caputo. Ni porque de ahí salga parte de la guita que financia la política. De ninguna manera. Simplemente comprendemos que la libertad avanza, pero despacito. Todavía falta para que llegue a Tierra del Fuego.
Dicho todo esto, vayamos a lo importante.
Hay mucha gente indignada porque el presidente Milei no para de agraviar a todo aquel que lo critica o lo contradice, especialmente a los más cercanos ideológicamente. Alguien podría pensar que Javi es un mal educado porque despliega ese repertorio de insultos anales que tanto deslumbra a Occidente. No es tan así. Seamos sinceros, esos mandriles culorrotos se quejan de puro envidiosos. Veamos.
Imaginemos un clásico mandril, tipo López Murphy, Melconian, Cavallo o todos los mandriles de Clarín y La Nación. Recordemos que primera quincena toca Clarín y segunda La Nación. Ahora estamos terminando la quincena en que los imbéciles y mandriles son todos de La Nación. En Clarín aprovechamos para descansar. El fin de semana que viene arranca la lluvia de insultos anales para este lado.
Aclaración al respecto: ojo al piojo, conviene dosificar el insulto. No sea cosa que, de tanto insultar gente, se logre el efecto paradojal de que al destinatario de los agravios le termine chupando un huevo.
En eso Cristina era más viva. Amenazaba de a uno y lo hacía muy cada tanto. Igual terminó chupándonos un huevo a todos, pero eso es más lógico porque fueron muchos años.
Volvamos ¿Con qué cuenta un mandril cuando dice que el plan económico no cierra? Con nada, es un simple mandril con un micrófono y, como mucho, tiene algún otro mandril que lo respalda.
¿Con qué cuenta el presidente cuando contesta? Con el mismo micrófono que tiene el mandril solo que, en lugar de otro amigo que lo respalde, cuenta con un poquito más de ayuda: el Ejército Argentino, la Armada Nacional, la Fuerza Aérea, la Gendarmería, los Granaderos, la Policía Federal, los servicios de inteligencia, la AFIP (ahora ARCA), la Aduana, Migraciones, la ANSES, cientos de otros organismos y todo la guita del Estado Nacional.
Alguien podría decir que es una pelea un poco desigual. Lo lamento mucho. En todo caso, que los mandriles armen un partido político, ganen las elecciones y accedan a todos los privilegios que tiene un presidente. O sea, es obvio que Javi tiene razón.
En realidad, los mandriles deberían agradecer que el presidente no se haya enojado aún más. Por ahora solo tira un insultito escatológico y chau. Sepan los mandriles que si Javi se enoja en serio podría levantar un teléfono, llamar a la base aérea de Morón, hacer despegar un Pampa III y darle la orden de disparar un misil que se meta por la ventana del baño de Joaquín Morales Solá. El hecho de que todavía no lo haya hecho no quiere decir que no lo esté pensando.
Saberse presidente y creerse con derecho a todo es algo que tiene una larga tradición en la democracia argentina.
El 3 de enero de 1991, el entonces presidente Carlos Menem manejó una Ferrari a 200 km/h y llegó a Pinamar en dos horas sin parar ni siquiera en los peajes. La custodia llegó tres días después.
Cuando le preguntaron si era verdad que había manejado violando los límites de velocidad. “Si, soy el presidente”, contestó el turco. Cuando le dijeron que la Ferrari era un regalo que le habían hecho como Jefe de Estado y que por lo tanto no le pertenecía respondió con una frase que se inmortalizó: “La Ferrari es mía mía mía”.
Más cercano en el tiempo, tenemos a Néstor Kirchner que, siendo presidente o esposo de la presidenta compraba propiedades o negociaba sus alquileres. Imaginémonos al pobre inquilino que le llegaban las expensas y tenía que discutirle al propietario, en este caso el presidente Kirchner, que las extraordinarias no le correspondían. Imposible.
O pensemos en el vendedor de una propiedad que no quería aceptar la oferta de Kirchner. El pobre tipo no tenía chances. Tal vez eso explica que el expresidente haya podido comprar el Hotel Alto Calafate por mucho menos de lo que costó construirlo.
No creo que hayan escriturado en un valor menor. ¿Quién podría pensar que un Kirchner haría semejante cosa? Evidentemente el vendedor no tuvo más remedio que arrugar o le tiraban el Estado Nacional por la cabeza.
Hay otra gente que piensa exactamente al revés. O sea, que un presidente no es un ciudadano común y que pierde buena parte de sus derechos en el mismo momento en que asume el poder. Suponen que a partir de ese día ya no puede ir adonde quiere, caminar por donde se le antoje, decir lo que se le cante o vestirse como se le de la gana.
Obviamente, los que piensan así son los mandriles de siempre o es gente que no entiende a Javi. Así y todo, por ahora el presidente se controla bastante.
Ya lo vamos a ver hablando en las Naciones Unidas disfrazado de Batman.
Dale tiempo nomás.
Para Clarín, Alejandro Borensztein