OPINIÓN: El topito de Milei
Antes que nada, recordemos que el Congreso acaba de designar autoridades en la Comisión Bicameral de Inteligencia. La cosa quedó así: presidente Martín Lousteau, vicepresidente Leopoldo Moreau y secretario Oscar Parrilli. Un lujo.
En otras palabras, Lousteau comparte el manejo del control parlamentario de los servicios de inteligencia con Moreau y Parrilli, o sea con dos tipos que apoyaron el Memorándum con Irán y simpatizan con Deportivo Hezbollah. Hermoso.
A eso hay que sumar el hecho de que Lousteau también preside la UCR apadrinado y sostenido por el capo de la joda binguera, Daniel Angelici, y por el capo de la joda de la UBA, Emiliano Yacobitti.
A esta altura, hay mucha gente desorientada tratando de saber si Lousteau es un estadista que ve más lejos o un trucho ególatra que no tiene límites. Seguramente, cuando Lousteau vote a favor de Lijo despejará todas la dudas.
Al respecto, es muy probable que Lousteau esté esperando ver si los votos ajenos alcanzan para consagrar a Lijo y, de ese modo, zafar de tener que votarlo o si esos votos no alcanzan y no tenga más remedio que levantar la manito y arruinar su carrera para siempre. Veremos.
Aclarado este asunto, vayamos al tema de fondo.
El peronismo no es tan boludo. Luego del desastre que les hizo el Topo Alberto, los peronistas se pusieron a cranear un plan para frenar la debacle y empezar a revertir la catástrofe en la que los metió el “expresidente”.
Al toque apareció la idea: copiar la del topo y crear otro nuevo topo para infiltrarlo en La Libertad Avanza y empezar a sabotearlos desde adentro. Obviamente, este plan no fue ideado ni por Cristina ni por Kicillof ni por Máximo ni por Insaurralde ni por La Cámpora ni mucho menos por Albistur o Tolosa Paz. Esto fue pensado por gente inteligente.
El primer paso fue definir el personaje: un pequeño monje negro capaz de encumbrarse en el gobierno libertario, ganarse la confianza de Milei y hacer que Javi cometa todos los errores posibles.
La idea era buscar alguien que fuera una mezcla de Marcos Peña con Nosiglia, con unas pinceladas de Corach y, de ser posible, una pequeña cucharadita de López Rega. No era fácil pero finalmente apareció.
Una vez que lo encontraron, se convocó a la dirección de arte y vestuario del peronismo y le armaron el look: canchero, modo Peaky Blinders, faso en la boca, anteojos Ray Ban y saco colgado del dedo sobre la espalda. Un falso James Dean. Lo entrenaron, lo couchearon y así nació el nuevo topo. O para decirlo de manera más precisa, el topito: Santiago Caputo.
Rápidamente había que rodear a Caputo de un equipo que colaborara en la misión de arrastrar a Javi al barro. La idea era juntar marginales y financiar sus operaciones en las redes sociales.
Se hizo un casting de sórdidos buscando entre consumidores de travestis, coleccionistas de esvásticas, participantes de concursos para ver quien come más panchos en diez minutos y tipos que darían la vida por ser famosos y llegar a la mesa de Mirtha. Así nacieron los trolls libertarios.
Una vez que se consiguió todo, se ensambló el combo y se los inseminó en LLA.
¿Qué lograron hasta ahora? De todo. Pelearse con sus aliados naturales, insultar a cuanto economista y periodista se le cruce, tratar de comunista a todo socialdemócrata o demócrata cristiano que aparezca en el mundo, hacerse los guapos con López Murphy o Melconian pero nunca con Sergio Massa, provocar conflictos con infinidad de países y mandatarios, incluyendo a los presidentes Lacalle Pou de Uruguay y Peña de Paraguay, echar decenas de funcionarios en pocos meses, pelearse con la Vicepresidenta Villarruel, postular al Juez Lijo para meterlo en la Corte y terminar maltratando al mismísimo Mauricio Macri. De hecho fue el Gato el primero que salió públicamente a señalar al topito.
En realidad, a esta altura daría la sensación que a Caputo ya le sacaron la ficha todos, incluyendo los legisladores de LLA, la oposición amigable, la Vicepresidenta Vicky, los principales ministros, los perros de Olivos y hasta daría la impresión de que Karina Milei ya huele que acá hay algo raro.
Sin embargo, el verdadero plan del topito, y del peronismo que lo inventó, no solo es desatar una tormenta de insultos, locura y agravios que oscurezcan el horizonte sino hacer naufragar el plan económico basándose en una simple razón: aún si el rumbo económico fuera el correcto, nadie va a invertir en un país donde el gobierno está enloquecido, justamente incitado por el topito. Veamos un ejemplo fácil.
Imaginemos un tipo que tiene una Pyme que fabrica autopartes, por ejemplo caños de escape. El dueño de la fábrica, José Silenciador, le vende caños de escape a una terminal automotriz que, como todas, exporta autos a Brasil.
De pronto José Silenciador lee en el diario que Milei dice que Lula, presidente elegido democráticamente por los brasileños, es un comunista y un corrupto. Lo dice una vez, dos veces, tres veces, hasta que un día la Cancillería brasileña le avisa a la Cancillería argentina que si Javi sigue rompiendo las pelotas el corrupto comunista le va a retirar el embajador y enfriar las relaciones.
Recordemos que el Topo Alberto también saboteó la relación con Brasil porque no le gustaba que el pueblo hubiera elegido democráticamente a Jair Bolsonaro. Se ve que así funcionan los topos.
Cuando José Silenciador lee todo esto (José votó por Milei), inmediatamente piensa en los caños de escape que las fábricas le compran para colocar en los autos que se exportan a Brasil. Mientras tanto, el socio de José Silenciador, Juan Carlos Humo, le propone ampliar la fábrica apostando a un Milei liberal y pro mercado que está bajando la inflación y prometiendo crecimiento. ¿Qué se supone que le va a contestar José Silenciador? No hace falta aclararlo, nadie arriesga su guita en un país sacudido por el delirio político.
De hecho, la prueba más contundente de todo esto es que los depósitos en dólares que los argentinos tienen en los bancos locales siguen siendo los mismos 15.000 palos verdes que había cuando se fue el Topo Alberto. No se sumó un solo dólar, pese a que ante la AFIP hay declarados 277.793 palos verdes según informó el INDEC hace dos meses. O sea, en el banco de la esquina los argentinos solo ponen el 5% de sus ahorros en blanco. El resto sigue estando en blanco pero fuera del sistema, en colchones, cajas de seguridad o cuentas en el exterior.
Los empresarios que apoyan fuertemente a Javi aplauden, se ríen, le festejan los chistes y hasta las puteadas, pero no traen un dólar de afuera ni a palos.
Dicho sea de paso, estos 15.000 palos verdes de hoy también son los mismos 15.000 palos que había cuando se fue Macri, luego de que los argentinos retiraran la mitad de los 30.000 palos que había cuando el Gato perdió las PASO en agosto de 2019. O sea, la sola perspectiva de que volvía Cristina espantó el 50% de los depósitos bancarios en dólares en solo 4 meses. Moraleja: no es un tema de política económica sino de confianza y de orden institucional.
Amigo lector, usted y yo sabemos que, en economía, la confianza es todo.
El topito también lo sabe. Allá va.
Para Clarín, Alejandro Borensztein