OPINIÓN: Habemus dólares

Llegan dólares frescos del FMI. Hermoso. ¿Qué inventará el gobierno para evitar que los argentinos nos encanutemos todos esos dólares, como siempre ha pasado?

Antes de festejar la anchoa que nos tiró el FMI corresponde reflexionar sobre el triste paro que el jueves organizó la CGT. ¿Dónde se ha visto un paro general en el que al final todo el mundo fue a laburar?

Nadie pretende que le hagan a Milei un paro como aquellos 13 que le hicieron a Alfonsín cuando Don Raúl intentaba construir una democracia y el peronismo, que había pactado la impunidad con los militares, se desesperaba por evitarlo. Pero tampoco se puede permitir una rascada como la que hicieron esta semana que avergonzaría a Rucci, a Ubaldini, y a tantos otros sindicalistas que, dicho sea de paso y comparado con los dirigentes actuales, eran cuadros mucho más firmes políticamente y, por qué no decirlo también, abdominalmente.

Sin embargo, a los efectos de la estadística el paro todavía suma. Tiene el mérito de ser el tercero que le hacen a un gobierno que solo lleva 15 meses y fue el paro general número 45 en casi 42 años de democracia. Estamos a solo cinco paros generales de las bodas de oro.

Se podría decir que, en todo este tiempo, la CGT hizo algo más de un paro por año pero si lo analizamos bien, no es tan así. Analicemos.

De los 42 años que tiene nuestra democracia, hubo 28 en los que gobernó el movimiento nacional y popular (Menem, Duhalde, Néstor, Cristina y el onanista) y 14 años en los que el pueblo se equivocó y votó gobiernos extranjeros y oligarcas (Alfonsín, De La Rúa, Macri y Javi).

La diferencia es que a los gobiernos peronistas le hicieron solo 16 paros en 28 años, o sea un promedio de 0,6 paros por año, mientras que a los gorilas le hicieron 29 paros en 13 años, o sea 2,2 paros por año. Toda esta joda se agrava cuando vemos que al peor presidente de la historia, el Topo Alberto, no le hicieron ninguno.

Resumiendo, ojalá los gordos de la CGT vayan al gimnasio y recuperen esa fuerza copera que supieron tener en sus viejos tiempos.

Dicho esto, vayamos a lo importante, a lo lindo, a lo feliz: salió el crédito del FMI, un alegrón.

Habemus dólares. Gracias Javi, gracias Toto, gracias Sturze, gracias a todos los que, de una u otra manera, lo hicieron posible. De corazón. Eso sí, vayan sabiéndolo desde ahora: se los vamos a comprar todos.

Nos vamos a llevar hasta el último verde. Con el hambre de dólares que tenemos los argentinos, vamos a pasar el pancito por el plato y no van a quedar ni las migas.

No importa a cuánto se vaya el precio del dólar, pueden subirlo, bajarlo, ponerle bandas, topes y todo lo que quieran. Es inútil, nosotros los argentinos siempre estaremos dispuestos a pagar lo que sea y arrasar con todos los verdes que haya.

Y desde ya, vayan pensando de dónde van a sacar más dólares porque estos 20.000 palos les van a durar muy poco. Si ahora que están en rojo, sin dólares propios y usando los de los ahorristas igual los estamos desplumando, imagínense el agujero que le vamos a hacer cuando realmente tengan los pasillos del Central llenos de termosellados, como pasó siempre.

Sin ir más lejos, este lunes pasado los argentinos nos llevamos 35 palos verdes del Banco Central pero como nos pareció poco el martes nos llevamos 60 palos, el miércoles arrasamos con 165, el jueves fueron 62 y el viernes los sacudimos llevándonos 398 millones de dólares. Que este dato les sirva como para que ya vayan calculando cuánta guita más van a tener que conseguir cuando se acabe la de este préstamo.

Para tranquilidad de todos, digamos que tanto Caputo como Sturzenegger ya saben que tarde o temprano van a tener que salir a conseguir más dólares porque fueron estos dos mismos personajes los que en 2018 salieron corriendo al FMI y trajeron los dólares frescos que duraron dos minutos (tanto los dólares como ellos dos).

Un año después, en agosto de 2019, Cristina ganó las PASO y los argentinos arrasamos y encanutamos los pocos dólares que quedaban. Se ve que la gente no confía en el chavismo.

Sin embargo, para evitar cualquier disgusto de último momento con el FMI, se requeriría un esfuercito más por parte de la dirigencia política en general y del gobierno en particular. Veamos.

Dato clave: el lunes llega al país el Secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent. El tipo es el capo económico del gobierno de Trump. Es el equivalente a lo que acá llamamos “ministro de economía”, con la diferencia que el de allá sabe.

En realidad, viendo lo que el gobierno de Trump ha hecho en sus primeras semanas, está en discusión si realmente sabe. Lo que si está claro es que este tipo es el que corta el bacalao. De él depende casi todo.

Por eso es muy importante que todos nos pongamos de acuerdo en algo: hay que empaquetar a este muchacho para que se vaya feliz de la Argentina y destrabe cualquier problema que se interponga entre esos maravillosos dólares y todos nosotros.

En ese sentido es fundamental cuidar cada detalle. Lo primero que tenemos que saber es que el señor Scott Bessent está casado con el señor John Freeman, ex fiscal de Nueva York. Juntos tienen dos hijos por subrogación de vientres.

Ojo con los libertarios medievales. No sea cosa que abran la boca y empiecen a decir esas barbaridades que piensan, como las que dijo Javi en Davos. Por favor que alguien le avise a Laje, a Márquez, a los trolls libertarios y a los demás cavernícolas de LLA que cierren el pico y no se les ocurra volver a decir que a los homosexuales hay que tratarlos médicamente o que las parejas gays que adoptan chicos son pedófilas. Ni una palabra por favor. Más allá de que con los dinosaurios no se debate, mucho menos lo hagan ahora porque acá no se está discutiendo identidad sexual, se está hablando de guita.

El otro asunto a considerar es demostrarle a Mr. Bessent que somos un país con una dirigencia equilibrada, responsable, que debate, acuerda y planifica políticas de Estado a largo plazo. El tipo tiene que sentir que está apoyando el otorgamiento de un crédito a gente seria que la va a devolver. Hay que engañarlo.

Hay que lograr que el tipo se vuelva a EEUU convencido de que somos confiables. Lo ideal sería que Milei, Cristina y Macri lo reciban juntos en la Casa Rosada y se muestren analizando asuntos diversos y firmando papeles, aunque sea el fixture del Nacional B. No importa, Scott no se va a dar cuenta. El asunto es venderle la imagen de un país previsible.

Es un esfuercito de dos días nomás, para que el tipo se vuelva feliz a Washington, nos giren la guita y a otra cosa mariposa. Una vez que se vaya seguimos como siempre: nuestros estadistas enfrentados y trabados en su guerrita de aldea y nosotros comprando dólares. Todos contentos.

De hecho, comprar dólares y guardarlos lo más lejos posible del Estado y de los políticos es la consecuencia directa de que nuestros cráneos se pelean como perros y gatos, sabotean la sustentabilidad del país y destruyen toda confianza. Y como todos sabemos que eso va a seguir sucediendo, todos vamos a seguir comprando dólares.

Somos de manual.

Último pedido especial para el ministro Caputo: si todavía pueden imponerle alguna condición al FMI, por favor pídanles que manden todo cara grande.

Para Clarín, Alejandro Borensztein

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