OPINIÓN: Milei despilfarra sus mejores días
El Presidente carece de una estrategia en el Congreso. Se demostró con el rechazo del DNU en el Senado. Sus bloques no influyen. Los tuits no sustituyen la política.
Celebró la última inflación, aunque luego dijo que es una tragedia. Así y todo, no pierde el apoyo de quienes lo votaron.
Las victorias y las derrotas políticas de Javier Milei parecen depender demasiado de las dosis de azar. Los diputados que se propusieron tratar una fórmula de ajuste jubilatoria –varios, de bloques colaboracionistas— no estuvieron tan lejos del quórum. Quizás no llegaron porque el titular de la Cámara, Martín Menem, se apresuró a conformar la Comisión de Previsión Social, que mantenía dormida, siguiendo el consejo del jefe del bloque radical, Rodrigo De Loredo. La jugada apaciguó los ánimos. No existe fecha precisa para el tratamiento de los proyectos específicos. Se inflaron pechos en la Casa Rosada.
Victoria Villarruel sorteó cuatro pedidos para que se habilitara una sesión ordinaria con el objeto de incluir, entre varios temas, el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) dictado por Milei. Uno de los dos pilares del bautismo de gestión. El otro fue la Ley Ómnibus que cayó. Está siendo reformulada en diálogo con los gobernadores. Ocurrió lo que era previsible: la vicepresidenta no pudo bloquear el quinto pedido, que tuvo la firma de 41 legisladores. De los cuales 33 fueron kirchneristas. Aquel DNU fue rechazado (42-25), aunque de ninguna manera pierde vigencia.
El oficialismo masculló mucha bronca, aunque silenciosamente debería brindar un agradecimiento a Cristina Fernández. Fue la ex presidente, en su condición de senadora, quien en 2006 consagró uno de los tantos absurdos de la política argentina. Reglamentó una disposición de la reforma constitucional de 1994 de tal modo, que concedió a los DNU presidenciales un privilegio del cual carece cualquier ley. Lo hizo para ayudar a su marido, entonces presidente, y ayudarse a sí misma. Los decretos conservan valor íntegro hasta que no son rechazados por ambas Cámaras. Ninguna ley adquiere ese carácter si no son aprobadas en Diputados y el Senado.
La descripción de aquellos episodios estaría desnudando una falencia seria del Poder Ejecutivo. La ausencia de una estrategia en la relación con el Congreso. Que, en realidad, resulta mucho más general. La dilación, como hasta ahora, suele ser un recurso circunstancial. Débil, por otra parte, si el oficialismo representa a una minúscula minoría en las dos Cámaras. Queda la duda acerca de cómo La Libertad Avanza replanteará sus planes en Diputados para evitar que alguna sombra pueda caer sobre el DNU aún vigente.
Esa incertidumbre podría agigantarse por dos razones. El Gobierno confía demasiado en la vehemencia y la personalidad de Milei para intentar imponer sus decisiones. También, en su mecanismo maníaco de los tuits. No ha internalizado la objetiva condición minoritaria en el Congreso. Tampoco habría realizado en ese ámbito una revisión después del fracaso que representó la caída de la Ley Ómnibus. Por el contrario, prefirió sumergirse en fricciones internas que poco tienen que ver con la posibilidad de alguna solución.
Las culpas recayeron sobre el titular del bloque libertario, Oscar Zago. Cuando aquel mega proyecto, después de haber sido aprobado en general, ingresó en la consideración en particular comenzó a sufrir reveses que lo indujeron a remitirlo de nuevo a comisión y suspender la sesión. No conocía que esa maniobra significaba el retroceso a punto muerto. Nadie supo prever tampoco que una sola ley de 660 artículos tendría ese epílogo cantado.
Desde entonces, el bloque de diputados de La Libertad Avanza se convirtió en un hervidero que no logró calmar un par de reuniones realizadas en la Casa Rosada. Tampoco Milei arrojó algún bálsamo. Convenció al diputado José Luis Espert para que se sume a la fuerza libertaria. Lo presentó a su lado en una entrevista por televisión. Se trata del titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda. Crucial para los planes de equilibrio fiscal que pretende seguir imponiendo el Presidente. El interrogante cae de maduro: ¿la influencia política en el bloque libertario estará depositada desde ahora en Zago o en Espert?
Ese conflicto resultaría pequeño en comparación con el que podría expandirse en el vínculo con Villarruel. Se trata, nada menos, que de la vicepresidenta. Sobre quien los libertarios de paladar negro lanzaron una embestida pública por haber habilitado la sesión en la cual resultó rechazado el DNU. Entre cientos de tuits disparados contra la dama, uno de ellos propuso “colgarla en la Plaza de Mayo”.
Nadie sabe si Milei estaría dispuesto a potenciar un pleito de esa magnitud que impactaría directamente sobre el principio de gobernabilidad. Parecería que no. Posee una dificultad que está a la vista: no tiene entre sus siete senadores ninguno apto para condicionar el poder de Villarruel. Es la primera dirigente, además, que figura en la línea de sucesión. La historia de desencuentros en la cima del Poder Ejecutivo es rica en la Argentina. Existen dos que no podrían ser soslayados por el Presidente: Carlos “Chacho” Alvarez renunció y condenó a la soledad a Fernando de la Rúa. Debió renunciar en la mitad de su mandato. Julio Cobos propinó al matrimonio Kirchner una de sus derrotas más severas cuando votó en contra de la Resolución 125. Saldó así una larga y salvaje pelea en favor del campo.
Hace rato que Milei y la vicepresidenta vienen acumulando diferencias. Villarruel creyó, por promesas previas, que tendría participación en el área militar y de seguridad que el mandatario vetó. La mujer trazó entonces senderos propios que incluyó reuniones con gobernadores e incluso, se afirma, un diálogo privado con Mauricio Macri. De allí el fuego que nació con la determinación de habilitar el tratamiento del DNU que resultó rechazado.
Villarruel pretende diferenciarse de los tiempos de Cristina en el Senado. Lo dijo explícitamente en un video. Con sus mayorías a disposición la ex presidenta hizo lo que quiso. La libertaria está rodeada de opositores y aspira concederle al Congreso el papel institucional que le corresponde. Allí radica una colisión de concepto. Guillermo Francos, el ministro del Interior, opinó que la vicepresidenta debió soslayar la presión opositora y proteger el DNU. Espert se atavió por un momento con ropaje de “la casta”: “Siempre existe un argumento jurídico para justificar una decisión política”, manifestó. Manual de kirchnerismo puro. Desplegado como pocos en la sesión del Senado por el formoseño K, José Mayans. Fue repentinamente republicano y reglamentarista. Esencia de la tragedia o la farsa en que se ha convertido desde hace mucho la política nacional.
En lugar de cualquier enfurecimiento inútil al Presidente le convendría hacer un rastreo de lo sucedido estos tres meses en el Senado. Villarruel, en sus semanas iniciales, llegó a imponer una mayoría de 39 senadores para la designación de autoridades parlamentarias y la conformación de comisiones. Dejó en una histórica minoría de 33 al kirchnerismo. ¿Por qué perdieron para tratar el DNU 14 legisladores que habían sido aliados? ¿Por qué la victoria opositora contó con votos de representantes de gobernadores anti kirchneristas? Secuelas, a lo mejor, de las trifulcas permanentes que Milei mantiene con “la casta”.
En esos enredos el Presidente desnuda mucha confusión. O desconocimiento. Por ejemplo, en el único día que se ocupó del narcoterrorismo en Rosario culpó a los socialistas por la tragedia reinante. Les cabe, sin dudas, responsabilidad política durante la larga gestión que tuvieron en Santa Fe. Otra cosa sería la complicidad. Sucede, por otra parte, que el PS es una pieza importante de la amplia coalición que gobierna ahora, con el radical Maximiliano Pullaro a la cabeza. Ex ministro de Seguridad del fallecido socialista Miguel Lifschitz. Ladero de Patricia Bullrich en la lucha contra los narcos en las épocas macristas.
Más que eso. La hoy ministra de Seguridad hizo campaña en favor de la socialista Clara García, que preside la Cámara de Diputados de la provincia. Junto a ella, entre otros, ingresó Antonio Bonfatti, también ex mandatario del PS. La política suele ser muchísimo más intrincada que el déficit fiscal.
Otro error de Milei, cuando consideró que la seguridad es un problema que atañe a las provincias, detonó una declaración conjunta de réplica de los 24 gobernadores. El narcotráfico es un delito federal que constituye “un desafío para todos”, dijeron. En explícito respaldo a Pullaro. Reacción inconveniente para el Gobierno en el momento que negocia el Pacto de Mayo y debe detener en Diputados el tratamiento del DNU rechazado en el Senado.
A propósito, en la misma sesión los senadores aprobaron la ley que modifica el Código Penal respecto de la prevención y represión del lavado de activos. Herramienta de fondo para intentar enfrentar al narcoterrorismo. Menos suerte tuvo la propuesta de la senadora radical Carolina Losada para declarar la emergencia en seguridad. El kirchnerismo siempre rehúye a meterse con esas cosas.
La solución al problema de los narcos no estará sólo en la saturación de las calles con agentes o la mejora imprescindible de la Policía provincial. Medellín, la ciudad patrimonio del cartel de Pablo Escobar, demoró casi dos décadas en pasar de ser un ícono de la violencia colombiana a un modelo de seguridad. Al combate armado lógico se añadieron inversiones para modificar las condiciones de vida. Lo mismo que el intendente de Rosario, Pablo Javkin, reclamó a Bullrich por la paralización de tres urbanizaciones en barrios carenciados donde actúan los narcos. El ajuste de la motosierra allí no ayuda.
Milei está a tiempo, sin dudas, de pensar una reconfiguración de su estrategia política, al margen de las peleas y los tuits. Retiene todavía el apoyo popular que cosechó en el balotaje. Pero muy difícilmente, en esta coyuntura de crisis casi terminal, sea para siempre.
Para Clarín, Eduardo van Der Kooy